¡Soy una DIOSA!

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Soy una Diosa.
Soy una Diosa.
SOY UNA DIOSA.

Y me cuesta ejercer mi divinidad.

No, no digo que soy una diosa en sentido figurado. De verdad creo que soy una diosa… Y que todos somos dioses… No creo que estemos separados de la energía divina.. Dios y vida es lo mismo para mi… Mi polaridad religiosa es panteismo-agnosticismo y la creo bastante integrada. Otra historia es incluir a la religión en el asunto. 😉
Y me cuesta ejercer mi divinidad.
Reconozco desde hace tiempo mi divinidad a nivel racional. Sentirme diosa es otra historia. Sentirme parte del todo no me es fácil.
Entregarme a la vida.  Permitirme ser vulnerable. Confiar. Esto me cuesta. Y es parte de reconocer mi divinidad.

Soy diosa frente al espejo, donde he aprendido a querer mi cuerpo y verlo siempre hermoso tal como es.
Soy diosa en mi desnudez corporal, que me atreví a mostrar en un lugar del hiperespacio en protesta por los artículos de como tener cuerpos perfectos durante un verano boreal.
Soy diosa con mis amigas cercanas. Y cuando una de ellas me dijo que en mi espiritualidad “estoy por encima del bien y del mal y con los pies en la tierra” me sentí diosa total… Me sentí encarnando mi definición de dios.
Soy diosa cuando en mi trabajo doy lo mejor de mi y esto afecta positivamente el trabajo de otros…
Soy diosa cuando me entrego al baile, cuando mi cuerpo se mueve en armonía con mi corazón sin que la razón intervenga mucho.

Y llega un momento en que creo ser observada y me hago pequeña. Dejo de fluir. Me vuelvo de piedra. Si estoy hablando o cantando mi garganta se cierra y siento mil agujas en ella. O un nudo. O ganas de llorar.

Me cuesta levantar la voz y dar a conocer mis ideas cuando mis interlocutores que piensan distinto son mayoría.

Aún tengo miedo a ser juzgada.

Y es que tengo miedo a ser grande, a sobresalir… Mi mente juzga la grandeza como arrogancia. Aún lo hago a pesar de haber hecho grandes avances en ese tema. Recuerdo juicios a mi grandeza de niña y adolescente. Y no logro soltarlos del todo.

Frente a la mirada de un otro, me cuesta tantas veces reconocer mi divinidad.

Y decir que soy diosa aquí y ahora y, no solo decirlo, sino sentirlo y expresarlo con mi cuerpo y con mi arte, es un enorme paso para mi. Y siento un agradecimiento profundo con aquellas personas que me han acompañado en mi camino y baile divino.

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