Muchos creen que el camino de la paz es acabar con los malos… O al menos, tenerlos controlados. Está en acabar, o al menos esconder, a los monstruos de nuestra sociedad. Cualquier otro camino es señal de debilidad. Cualquier otro camino nos deja vulnerables…
Queremos ver a los monstruos muertos o pudriéndose en una cárcel. No merecen compartir nuestro espacio. No merecen ser parte de nuestro gobierno. Merecen castigo… para que otros como ellos no se atrevan a salir… para que la gente no se atreva a pensar diferente a la manera correcta, la que comparte la mayoría. Queremos acabar con las enfermedades sociales a cualquier costo. Incluso la muerte. Todo vale. Incluso no cumplir los mandamientos del dios de la mayoría. Al fin y al cabo son monstruos. Casi no son humanos. Dios entenderá y perdonará porque nuestras razones son válidas. Los monstruos no nos dejan alternativa.
Supongo, puedo estar equivocada, así piensa gran parte de mi país.
Y ahora que en medio de los diálogos de paz la guerrilla dio señales de no tener voluntad de paz, nos culpan del supuesto desastre que se nos viene encima. Nos meten miedo. Nos piden hacernos responsables de un hipotético escenario futuro por nuestro voto. Aunque en términos prácticos nada haya cambiado a como estábamos la semana pasada, o a hace 5 años, o quizás 40 años. La violencia es la misma. Quizás hace 5 años estaba reprimida, escondida, latente. En mí lo estaba. ¿Estaría en nosotros?
Lo acepto, quizás mi monstruo es aquel que para tantos es héroe. Y creo que quizás su desaparición pueda hacer este mundo un lugar mejor. Y no voy a apoyar a quien decida matarlo… ni siquiera a quien quiera sacarlo del congreso… porque voces diferentes, diversidad y pluralidad dan riqueza, el tipo de riqueza que yo busco, que yo deseo, que yo quiero… Y la uniformidad, la represión, la estigmatización de quien piensa diferente son el caldo de cultivo de la violencia, de la rebelión sin dirección… Esa que tanto hemos sufrido. De esa que culpamos a otros.
Y bueno, así también ha sido la experiencia conmigo misma. Aquello que no me gusta en mí y lo escondo tarde o temprano sale con violencia, sin control y sin que sea mi elección consciente.
Si le busco caminos de expresión a aquello que mueve la violencia en mí, esos movimientos se vuelven alternativas de acción que me engrandecen y hacen de mi vida una experiencia más rica, variada, diversa, auténtica y gozosa. Puedo elegir moverme desde allí. Puedo elegir no hacerlo. Ojalá pueda permitirme ver esos dolores ocultos, esos miedos a expresar, de una manera más sana a la actual, lo que es incómodo en mí. El camino de la represión ya lo intenté repetidamente. El camino de la auto agresión mental y emocional también. Hoy empiezo a expresar mis dolores, mis rabias, mis tristezas… Mis emociones las escribo, las pinto, las bailo. Aún hay emociones escondidas. Aún hay violencias escondidas que salen sin control. Ahí están… les temo… Supongo no es una meta sacarlas… es un camino…
Este es mi camino para la paz.
3 Responses
Elizabeth Núñez
Lo cierto, nunca terminamos de aprender, la revisión de nuestros aprendizajes y paradigmas, permiten avanzar y crecer personalmente. Admiro tu trabajo, te leo con asombro en muchas cosas, hay una lucha entre entender y aceptar posturas. Pero definitivamente he aprendido más de los autistas en mi vida profesional, que de cualquier otra forma. Gracias
aprenderaquererme
Gracias por tus palabras ?❤️
¿Es esto a lo que se refieren con inflexibilidad? – Aprender A Quererme
[…] en mi escrito…EL CAMINO….Una metáfora que encuentro para describir esto es que voy por un camino agreste. Voy disfrutando la aventura, la novedad, la naturaleza. Quizás no sé claramente a dónde voy, […]