El mundo quiere que seamos conscientes…
Muchas personas, familias y grupos sociales han creado un esquema de valores y de moralidad y nos invitan a cuestionar nuestras acciones y decisiones de vida.
Algunos intentan hacerlo a través de la agresión… Si no hacemos lo que nos indican nos matan o nos maltratan.
Otros intentan hacerlo a través de la exclusión… Nos dicen que si no hacemos lo que ellos consideran correcto no podemos ser parte de su selecto grupo…
Otros intentan hacerlo a través de la culpa. Nos cuestionan tipo ¿No te das cuenta del daño que causas al medio ambiente o a la sociedad?
Pero la consciencia es misteriosa y si empiezo a obligarme a hacer las cosas que me dicen sólo por hacer “lo correcto” muy probablemente estoy creando un nuevo introyecto en mí… Se crea una nueva polaridad entre aquel personaje que se cree dueño de la verdad y su opuesto. El “bueno” y el “malo”. Empiezo con aquella vieja manera de moverme en este mundo, los juicios. Y empiezo a negar todas las alternativas intermedias que en el fondo pueden ser más amorosas conmigo y con mi entorno.
Y eso es lo que hecho la mayor parte de mi vida. Y eso es lo que he descubierto que en mi vida no funciona.
Es que los caminos de la consciencia son misteriosos. Y lo que nos han enseñado como consciencia en el fondo no lo es….y en mi opinión la consciencia tradicional se parece a la sumisión. Porque es aceptar los valores de otros como propios… Y en cambio a mí me han servido otras herramientas.
Una es la teoría paradójica del cambio, porque mis mayores cambios han surgido, no del esfuerzo por cambiar, sino de la aceptación incondicional de esos personajes que soy, así no me gusten.
Otra es la creencia que todo es prefecto tal como es. La aceptación del momento presente. Soltar la creencia de que algo de mí o del mundo debería ser diferente.
El observarme, particularmente des las situaciones que me ponen incómoda. Revisar que siento, cuáles son mis necesidades insatisfechas, cuáles son mis creencias que me impiden fluir o pensar que las cosas deben ser diferentes.
La otra, que ha sido trascendental es mi experiencia en Río Abierto. Los grupos de trabajo sobre sí y el movimiento vital expresivo me invitan a explorar amorosamente y desde el baile aquellos personajes que soy y encontrar nuevos. Nuevas maneras, más auténticas y menos enjuiciadoras, para moverme en este mundo.
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