Vivimos en la era de la información. De cada tema que nos interese podemos tener información en la punta de los dedos.
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Me gusta tener información, me divierte ser experta informal en algunos temas. También pido estudios científicos, pido evidencia racional, a quien me quiere convencer de temas que no me son lógicos o cuando percibo que se intenta manipular mi opinión o la de otros sin evidencia real.
Hoy la información es más pública y creo que se puede decir que ya no es tan cierto que quien tiene la información tiene el poder.
Quizás quien puede discernir entre la información aquella que le es realmente útil tenga alguna ventaja, no el que haya estudiado.
Ya el maestro, el profesional, incluso quien dice ser experto, no es quien tiene la verdad, y el concepto de “verdad” también es hoy bastante difuso.
Y me doy cuenta que soy percibida arrogante por no aceptar como verdad la información que me ofrecen quienes supuestamente saben más, quienes tienen más títulos, quienes son más intelectuales.
Y no, ya no caigo en la tiranía del intelecto. Quien tiene información ya no tiene poder sobre mí. Ya nadie va a decirme la mejor forma de vivir mi vida. Difícilmente un experto me va a convencer que sabe más sobre mí o sobre mis hijos que yo.
Difícilmente voy a aceptar terapias que pasan por encima de la dignidad de un niño o que incluyen retirada de amor con la vieja y trasnochada excusa de que es por su propio bien, solo por que lo diga un “experto”.
Difícilmente voy a aceptar teorías basadas en criterios que moralmente no comparto.
Y empiezo a rescatar otras sabidurías. La sabiduría de mi cuerpo que me da señales muy concretas, muy definidas, frío-calor, tensión-relajación, sensibilidad-dolor-insensibilidad. La sabiduría de mis emociones, felicidad, miedo, tristeza, rabia, ternura, compasión y los mensajes que me traen.
Como tantos autistas soy hiperempática, me pongo más que la mayoría en el lugar de otros. Por eso no soporto ver películas muy violentas, sobre desastres naturales, o las comedias basadas en la ridiculización de una persona o grupo.
Siento el dolor y la angustia de los protagonistas. Mi neurología, en este caso, me da información que no es perceptible para la mayoría, aunque no pueda prever qué espera el otro que haga con esa información y lo que hago no le cambie su emoción que es lo que quizás ellos esperan.
Y está la intuición. Aquella que considero son sensaciones causadas por esa energía qué hoy decido llamar Dios. Y, que cuando estoy muy presente en mi cuerpo, puedo percibir con mayor facilidad.
Hoy me invitan a volver a ser hiperracional. A llenarme de teorías. A volver al mundo subjetivo de las interpretaciones. A volver a las ideas. Y a veces peor, ideas que contienen un sesgo o hasta un claro origen kiriárquico.
Y digo NO.
Imagen tomada de: https://nrgallowaymiller24.wordpress.com/tag/brain-chaos/
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