El Caldo en que Nos Cocinaron

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En estos días he recordado mucho un taller en la universidad en que hablaron de las fábulas de “la rana hervida” y de “el caldo en que nos cocinaron”.

La fábula de la rana hervida dice que si se mete a una rana en una olla con agua muy caliente la rana salta y sobrevive. En cambio, si se la mete en agua fría y se va calentando poco a poco, la rana se aclimata y muere por el calor del agua. 

La fábula del caldo en que nos cocinaron indica que la manera en que nos criaron, cultura, país, ciudad y familia, se convierten en lo normal, y no identificamos aquello en él que pueda ser pernicioso porque es considerado normal. Incluso es probable que lo creamos lo mejor, o lo necesario, sin que necesariamente lo sea.

Creo que para las personas autistas nos puede ser menos natural adaptarnos a una temperatura o al caldo social. Y creo que nuestras crisis, tanto meltdown como shutdown, explosivas o de aislamiento, son una reacción a algo en el entorno que percibimos amenazante y para el resto es lo normal. En muchos casos nuestra mente no ve lógicas ni naturales las construcciones sociales. Por más que nos castiguen o intenten manipular, si seguimos las reglas arbitrarias por miedo a las represalias pienso que vamos a tener la percepción de vivir una vida no sólo vacía y no auténtica. Es probable que pasemos por la vida con miedo permanente a estar haciendo lo incorrecto sin saber exactamente qué es eso que hacemos mal. Viviremos con miedo a traicionar la aprobación de la autoridad de turno. Miedo paralizante al no entender la lógica detrás de reglas sociales que se han perpetuado por siglos.

No quiero que mis hijos se adapten a este caldo. Quiero que salten de la olla una y otra vez si algo les molesta o les es opuesto a sus necesidades. En particular, no quiero que se sometan a quien quiere imponerse autoritariamente. Tengo suerte que, además de ser Autista, en mi familia materna le dieron otra sazón al caldo y siendo tercera generación que intenta criar sin golpes, con diálogo y con la creencia que los niños son seres humanos completos y no un proyecto de construcción de un humano, para mí el autoritarismo es algo que no logro normalizar ni aceptar como una manera de vivir ni de criar válida. Y confío que frente a reglas arbitrarias y autoritarismo vacío mis hijos salten, griten, se rebelen. No quiero adaptarlos a este mundo para que pertenezcan. Quiero que tengan derecho a ser diferentes. No quiero que sean parte del caldo. No los quiero ver como ranas hervidas. 

El «hacer parte de» no asegura una vida feliz si es a costa de nuestra autenticidad. Por eso no puedo criar ni educar de la manera tradicional.

Estoy buscando mis propias formas. Y busco hacerlo respetando mi funcionamiento neurocognitivo y el de mis hijos.

[La imagen muestra un caldero negro grande sobre una fogata de leña conteniendo una sopa hirviendo]

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