“No estoy en este mundo para cumplir tus expectativas.” – Fritz Perls
A pesar de nuestros esfuerzos, la vida nos empuja a ser quienes somos. Aquello que queremos ocultar sale de las maneras menos socialmente aceptables. Tristeza, rabia, torpeza, ira, falta de energía, pereza. Muchas de esas emociones que algunos consideran negativas.
En estos días se presenta como torpeza social para mí.
Intento ser socialmente agradable. Tanto que cuando estoy pendiente de ello puedo ser exagerada. Me decía mi hermana si entre clase y clase de la universidad tenía que saludar a tanta gente. Y cuando la energía, las cucharas, no me alcanzan puedo ser la más antipática. No saludo, no me despido. O lo hago dos veces. No sé si saludé o no. Siempre trato de decir lo suficiente y correcto de no dejar a nadie mal con mis palabras. Evito mucho hablar de otros. Y cuando no tengo energía digo lo políticamente incorrecto sin filtro. Puedo ser muy imprudente.
Me muevo aún entre los extremos de ser querida por todos y querer ser invisible. Por suerte, cada vez más encuentro personas con quien puedo ser yo misma, mostrarme como soy aunque me haga vulnerable. Ya poco me muevo desde el miedo. Si digo algo es porque es mi verdad, en esta hora y lugar. No es por mostrar tener la razón. No es por tratar de defenderme. No es porque me sienta atacada. Si digo que algo me duele, es porque me duele. Nombrar un dolor no es decir que otro me lo causó. No es para que un otro me quite el dolor. Nombrar un dolor es darle espacio en mi vida para que no se enquiste. Es reconocer mis límites. Es reconocer que algo que no está aún procesado en esta espiral de vida.
Y es difícil cuando es un dolor compartido por muchos. A veces hablo por muchos, soy la activista. Ese personaje que no me gusta ser y lo soy. Ese personaje que se percibe quejoso cuando nombra un dolor de su gente. A veces quejoso aún para esa gente por la que habla. Porque hay personas que ante el dolor, deflectan, lo desvían. Hacen chistes sobre el dolor para no sentirlo. Intelectualizan el dolor para minimizarlo. Se indignan para que otro les quite de encima su dolor. Lo ocultan pensando que otros pueden sacarle partido. Ante el dolor, yo hoy lo siento. Yo hoy lo nombro. Lo intento al menos.
Y a veces, quien creí que podía entender mi dolor, quiere que lo “procese” de otra manera.
Que lo oculte.
Que lo supere.
Que lo nombre sólo en privado.
Que no lo incomode con mi dolor.
Que lo trascienda.
Yo ya no estoy en posición de “no ser”. Ya no quiero “no ser” para no incomodar a otros. Quiero ser con toda mi grandeza.
Aunque siendo, a quienes aprecio, incomode.
One Response
Johanna
gracias por compartir! por estos dìas me cae como anillo al dedo tu escrito 🙂