Esta es una entrada en que llevo escribiendo un mes (desde el viral del chat las madres celebrando la exclusión de un niño) intentando «desenmarañar mis marañas» mentales. Por tanto puede estar y estará, como yo, llena de contradicciones e incoherencias. Se reciben correcciones, aclaraciones y similares sobre los conceptos aquí explicados. Sobre mis opiniones estoy abierta a diálogo respetuoso.
En el activismo autista busco mucho evidenciar la opresión presente en el sistema. Y me conflictúo a veces entre la activista que soy, la que en parte cree que hay violencia en los activismos y la que no quiere identificarse con la polaridad de víctimas y villanos. A veces estos personajes internos conviven en paz. A veces no.
Me considero hiperempática, me pongo mucho en el lugar de otras personas. Me pregunto mucho que haría yo en su lugar. También llevo muchos años decidiendo no tomarme las cosas personalmente como en imaginar (y tratar de confirmar) los motivos, y más aún las emociones de quien no tiene la misma opinión que yo en una discusión. No siempre lo logro.
Empatizar no siempre es una elección para mí por mi hiperempatía, y cuando lo es, elegir conscientemente empatizar me permite no cargarme de malestares que me roban energía o paz. Al mismo tiempo empatizar me puede perjudicar porque desde ahí se me dificulta poner límites claros. Sé que se puede empatizar y poner límites al mismo tiempo. Aún me es difícil. Quizás por mis propios privilegios tengo la alternativa de poner límites respetuosos, para personas con más o más difíciles intersecciones de opresión puede no ser una elección. Quizás me es difícil justamente porque aparento tener más privilegios de los que realmente tengo al muchas veces «pasar por» neurotípica, blanca, heterosexual, heteroromántica, sin serlo.
Cuando observo una situación de opresión hoy elijo denunciarla con firmeza, evitando atacar a quien oprime. A veces, según mi energía disponible, lo haré donde se presenta la situación, a veces mi muro o blog son los lugares para denunciarla. Es probable que bombardee con información y me pase en este aspecto. «Que me pase» significa que canse a la persona con un «volcado de información» antes de que se permita cuestionar su actitud intolerante u opresiva. Creo que presumir que el interés de esta persona no es causar daño me permite explicar mi posición siendo respetuosa. No siempre lo logro porque muchas personas causan mucho daño desde las «buenas intenciones» y, desde el no ver lo intolerante en sus palabras, se rehúsan a revisar sus actitudes y responden agresivamente. Tomo distancia entonces para cuidarme. No es mi responsabilidad que cambien. Tratarles mal no va a cambiar su perspectiva, al contrario.
Creo muy firmemente que matonear al matón no es efectivo. Al menos no para mi propósito, que es que las personas conozcan otros paradigmas. Considero que atacar a alguien, sobre todo «en manada», le hace defenderse y desde ese sensación de estar bajo ataque se sostiene tercamente en su posición sin observar alternativas, sin cuestionarse, sin interesarse por conocer o entender a quien piensa diferente. Entiendo que así funciona nuestro cerebro: Bajo ataque se suprimen funciones de la corteza prefrontal «mamífera» y se activan funciones de la amígdala «reptiliana» de lucha o huida de manera automática.
Cuando el opresor es una persona con relativamente igualdad de dificultades para llevar una vida digna, se puede razonar dando espacio para reconocer y nombrar nuestra rabia y nuestras emociones menos deseables. Pero ¿Qué pasa cuando no? No es fácil medir las maneras en que las dinámicas sociales perjudican a una persona por pertenecer a ciertos grupos. No es fácil porque distintos grupos son perjudicados de diferente manera y una persona puede pertenecer a más de un grupo oprimido. ¿Y cuando, lo que es de lo más habitual, el opresor más que una persona es un sistema? Más allá de separar el mundo en víctimas y villanos, es una realidad que el sistema no permite a todas las personas tener los mismos derechos y oportunidades. Hay características ya sea arbitrarias o por mayoría que hacen que a ciertos grupos les sea más fácil no sólo ese idílico «tener éxito en la vida» sino simplemente llevar una vida mínimamente digna. Esto es un problema de derechos humanos y de desigualdad social. Cuando el sistema no le entorpece el vivir una vida digna a algunas personas se le dice que esas personas tienen privilegio. Puede no ser la mejor palabra para describir el acceso que cada persona debería tener a una vida digna y sólo tienen algunas personas por características arbitrarias como raza, género, orientación sexual/romántica, capacidad, educación, clase social, etc. Es la palabra que se usa en los grupos de justicia social. Tener privilegio no es algo «malo», no es una crítica a quien eres. Cuando alguien te dice que no entiendes una situación porque tienes algún privilegio, te está informando que sin querer puedes tener un sesgo en la percepción de una situación de opresión que por tus características particulares no has vivido.
Aunque, en la teoría, muchas leyes protejan a todas las personas sin importar su «raza, género u orientación sexual» (dejando por fuera muchas divergencias del discurso), la realidad es otra. La sociedad no te protege o te facilita la vida de la misma manera, si no eres un hombre-blanco-cis-heterosexual-neurotípico-físicamente capaz-de clase media-educado, que si no cumples esas condiciones, menos aún si no cumples más de una.
Sé que muchos de los derechos que existen hoy son una realidad por que se exigieron, incluso con violencia, y no por que se hayan pedido respetuosamente. Sé que cuando se habla de tener los mismos derechos muchas personas interpretan que se les quitaran derechos, cuando se les quitaran a lo sumo los abusos, la libertad de discriminar, o asuntos de forma, no de vida o muerte.
Veo con muchísima frecuencia como se juzga a las personas por los abusos ocurridos contra ellas. Leo a quienes dicen que el machismo no existe, o si existe será «en países como el tuyo». Esto no lo cambian las leyes. Y cuando denuncio estas inequidades me responden acusando de «feminazi» o evadiendo con un «no todos». Las denuncio. Así como denunció que el hablar no es la única forma de comunicación aunque tantas veces sea la única considerada de valor. Así como denuncio que se discrimina cuando se niegan adecuaciones de acceso o sensoriales. Así como denuncio como capacitismo que se usen neurodivergencias y palabras que se refieran al coeficiente intelectual de una persona como insulto así no vaya dirigido a una persona neurodivergente o con bajo coeficiente intelectual. Así como denuncio que es discriminación cambiar la manera que se identifica una persona a nivel de nombre, género, pronombre, sufijo. Así creas que «lo correcto» es seguir las indicaciones de la RAE al pie de la letra, o que estás usando una definición definición que ya no hace referencia a una neurodivergencia lo más amable es respetar la preferencia de cada persona sobre como quiere ser llamada. Aunque nos cueste hacer excepciones a las reglas de la RAE.
Lo denuncio porque a mí no me sirve ya el cuento que «de malas» por haber nacido mujer, neurodivergente, latinoamericana, con una orientación sexual no normativa, así logre «pasar por privilegiada» en algunos de estos aspectos. Porque no me sirve el «la sociedad es así y sólo hay que esforzarse más, o aguantar y no incomodar al resto para ser considerada una persona válida». No me sirve. Tengo que denunciarlo porque no me sirve que el mundo siga discriminando tan campante «para no incomodar a la mayoría» mientras que otras personas escasamente pueden vivir por la discriminación a sus diferencias. Sí, yo puedo «pasar por válida» a un costo enorme, pero ¿qué pasa con quien no? ¿De malas? ¿Que se defienda como pueda? No puedo tolerarlo. Lo denuncio.
¿Y esto qué tiene que ver con empatizar con «el enemigo»? Yo trato de que mi denuncia sea efectiva, por eso no ataco. Quiero que la persona con quien debato entienda, no que odie a personas como yo. Tiene que ver que este supuesto enemigo por lo general no sabe, no entiende que es opresor o cómplice de la opresión. Que dados sus privilegios no va a serle evidente la posición de quien está en situación de opresión, se le explicarán y quizás ni aún así no entienda. Y esta persona desde el sentir que está siendo atacada no va a querer aprender, entender, empatizar. Va a querer defenderse. Hay que buscar otras maneras que vayan más allá de juzgar quien está bien y quien mal, quien es la víctima y quien el villano. Las formas que juzgan a quien piensa diferente como «el enemigo» no veo que estén funcionando.
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¿Es esto a lo que se refieren con inflexibilidad? – Aprender A Quererme
[…] hace 10 años dije o hice X cosa. (Tengo derecho a cambiar y además me defino como alguien que reconoce abiertamente sus contradicciones y además decide no cambiarlas desde el esfuerzo, pues necesita observar el “para qué” […]